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LA PALABRA DE DIOS 
EN LA VIDA Y EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA

PALABRA DE DIOS

¿Qué se entiende por “Palabra de Dios”?

El papa Benedicto XVI escribió la exhortación postsinodal VERBUM DOMINI (la Palabra del Señor). En su numeral 7 trata sobre la “analogía de la Palabra de Dios”. Lo vamos a reflexionar y para ello lo dividiremos en varias partes para aprovechar su riqueza de contenido.

a) En este numeral 7 el Papa expone de manera admirable el significado analógico de la expresión “Palabra de Dios”. Sus reflexiones son el resultado de la meditación del misterio de Cristo según el Prólogo de san Juan y las afirmaciones de los Obispos reunidos Roma para en el Sínodo sobre la Palabra de Dios en octubre del año 2008.
De todas estas consideraciones, que brotan de la meditación sobre el misterio cristiano expresado en el Prólogo de Juan, hay que destacar ahora lo que los Padres sinodales han afirmado sobre las distintas maneras en que se usa la expresión «Palabra de Dios». 

b) La expresión que dominó, tanto en el Sínodo como en los documentos que lo prepararon, habla de una sinfonía de la Palabra expresada como un canto a varias voces, es decir, la expresión “Palabra de Dios” tiene varios sentidos y significados, que deben ser mirados en su unidad.
Se ha hablado justamente de una sinfonía de la Palabra, de una única Palabra que se expresa de diversos modos: «un canto a varias voces». 

c) Para comprender los diversos significados se parte del uso analógico del lenguaje humano, es decir, de aquello que por analogía nos ayudaría a comprender lo que se quiere dar a entender en cada caso. El motivo es que Dios se ha revelado utilizando el lenguaje humano, ha hablado en categorías humanas.
A este propósito, los Padres sinodales han hablado de un uso analógico del lenguaje humano en relación a la Palabra de Dios. 

d) La expresión “Palabra de Dios” tiene relación con la comunicación que Dios hace de “Sí” mismo, es decir, de su propia intimidad, en diversos modos, pero esta forma de comunicarse con el ser humano tiene consecuencias tanto para la teología como para la pastoral de la Iglesia.
En efecto, esta expresión, aunque por una parte se refiere a la comunicación que Dios hace de sí mismo, por otra asume significados diferentes que han de ser tratados con atención y puestos en relación entre ellos, ya sea desde el punto de vista de la reflexión teológica como del uso pastoral. 

e) El primer acercamiento está en relación directa con el ser eterno del Verbo de Dios junto al Padre. Tengamos presente que las expresiones usadas por el Papa tienen un mismo sentido, pues la palabra “Logos” viene del griego y significa “Palabra”, lo mismo que la palabra “Verbo” significa lo mismo, pero viene del latín. Entonces “Logos, Verbo y Palabra” son la misma cosa, la misma persona del Hijo único y eterno de Dios antes de la encarnación.
Como muestra de modo claro el Prólogo de Juan, el Logos indica originariamente el Verbo eterno, es decir, el Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial a él: la Palabra estaba junto a Dios, la Palabra era Dios. 

f) Esa Palabra eterna de Dios, en un momento determinado de la historia humana, se “hizo carne” en la persona del hijo de María, Jesucristo. Hay un detalle importante en la descripción del Papa, pues en el párrafo anterior dijo que la Palabra era “consubstancial a Dios”, ahora, en el siguiente, dice que por la encarnación “se hizo consubstancial a nosotros”. La palabra “consubstancial” significa “de la misma naturaleza”, es decir, el que es de la misma naturaleza que Dios (el Hijo eterno), se hizo de la misma naturaleza que nosotros (Jesucristo).
Pero esta misma Palabra, afirma san Juan, se «hizo carne» (Jn 1,14); por tanto, Jesucristo, nacido de María Virgen, es realmente el Verbo de Dios que se hizo consustancial a nosotros. 

g) Tenemos entonces que la expresión “Palabra de Dios” designa, en primer lugar, a la persona de Jesucristo en cuanto que él es el Hijo eterno del Padre que se ha encarnado. Por tanto, al pensar en el significado de “Palabra de Dios” hacemos referencia, ante todo, al Hijo eterno de Dios encarnado en la persona de María, teniendo siempre presente los dos aspectos: eternidad y encarnación.
Así pues, la expresión «Palabra de Dios» se refiere aquí a la persona de Jesucristo, Hijo eterno del Padre, hecho hombre.

Es necesario profundizar esos conceptos y hacerlos vida, sobre todo, acercándonos al texto bíblico con gran respeto, no solo porque es Palabra de Dios inspirada por el Espíritu Santo y consignada en lenguaje humano, sino también porque se trata de la persona del Hijo eterno de Dios que se ha encarnado, y en él Dios nos comunica su intimidad, su “Sí mismo”. 

El Papa está explicando los diversos sentidos de la expresión “Palabra de Dios”. Ella designa, en primer lugar, a la “persona de Jesucristo” en cuanto que él es el Hijo eterno del Padre que se ha encarnado, él es “Palabra de Dios”.

h) El segundo significado o sentido de “Palabra de Dios” está en relación con “la creación”, pues ella forma parte de esa sinfonía en la que se expresa el único Verbo. Así dice san Pablo en Romanos 1,20: “porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad.” Por eso, decimos que la creación es el primer libro donde podemos leer la presencia y el poder de Dios.
Por otra parte, si bien es cierto que en el centro de la revelación divina está el evento  de Cristo, hay  que re-
conocer también que la misma creación, el liber naturae, forma parte esencialmente de esta sinfonía a varias voces en que se expresa el único Verbo. 

El Papa, en el párrafo anterior, indica con claridad el centro de la revelación divina, que, aunque tiene su origen en Dios y en la comunicación que él hace se sí mismo, “está en el evento de Cristo”, pero se manifiesta también de otros modos, que deben ser entendidos en sentido unitario. 

La creación como realidad, encuentra su razón de ser en la Palabra y está llamada a servirla; se convierte, además, en el lugar o escenario, en el cual se desarrolla la apasionante historia de amor entre Dios, que sale al encuentro del ser humano, y éste que le responde. En ese escenario y en esa historia descubrimos, admirados, que todo está orientado hacia la salvación.

i) Una tercera forma de entender la expresión “Palabra de Dios” es la que se lee en los acontecimientos sucedidos en la historia de la salvación, en las intervenciones de los profetas, por medio de los cuales se escuchó la voz de Dios con la fuerza del Espíritu. Pero esa historia ha alcanzado su culmen en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. La historia es testimonio de la acción liberadora y salvífica de Dios a favor de los seres humanos; la historia de la salvación, por tanto, es Palabra de Dios.
De modo semejante, confesamos que Dios ha comunicado su Palabra en la historia de la salvación, ha dejado oír su voz; con la potencia de su Espíritu, «habló por los profetas». La Palabra divina, por tanto, se expresa a lo largo de toda la historia de la salvación, y llega a su plenitud en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. 

j) Una cuarta forma de entender la expresión “Palabra de Dios” está en relación con la “predicación apostólica”, entendida como “la Tradición viva de la Iglesia”, pues la predicación de los Apóstoles es testimonio del misterio del Verbo encarnado. 
Además, la palabra predicada por los apóstoles, obedeciendo al mandato de Jesús resucitado: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15), es Palabra de Dios. Por tanto, la Palabra de Dios se transmite en la Tradición viva de la Iglesia. 

k) De lo dicho hasta ahora, ¿a qué nos referimos con la expresión “Palabra de Dios”? Hay cuatro modos de entender esta expresión:

La persona de Jesucristo, pues él es el Hijo eterno del Padre que se ha encarnado, es “Palabra de Dios”.
La creación, que forma parte de esa sinfonía en la que se expresa el único Verbo, es Palabra de Dios.
La historia de la salvación, con su culmen en el misterio de Cristo, es Palabra de Dios
La “predicación apostólica”, entendida como “la Tradición viva de la Iglesia”, es Palabra de Dios.

Hasta este momento no se ha dicho nada acerca de la Sagrada Escritura, por eso, fijemos nuestra atención en este importante aspecto, clave para entender mejor el lugar que ocupa la Sagrada Escritura, en cuanto Palabra de Dios escrita (Biblia), en la vida y misión de la Iglesia Católica.

l) La Sagrada Escritura contiene la “Palabra de Dios escrita”, pues recordemos que la Palabra de Dios se encuentra de dos modos en la vida de la Iglesia: “oral” y “escrita”. De forma escrita, la conservamos en la Biblia en sus dos alianzas: Antiguo y Nuevo Testamento. Ella es Palabra de Dios que se nos ha transmitido por el testimonio de los Apóstoles, contenido en la Predicación apostólica o Tradición de la Iglesia. Pero no es solo palabra humana, sino palabra divinamente inspirada por el Espíritu Santo. Es, por tanto, Palabra de Dios en lenguaje humano.
La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la Palabra de Dios atestiguada y divinamente inspirada. 

m) Es claro el lugar que ocupa la Sagrada Escritura, en cuanto libro que contiene la Palabra de Dios escrita, en la vida de la Iglesia. Sn embargo, aun cuando la veneramos mucho y le damos el lugar que le corresponde, no somos una religión del Libro, el cual es un medio o canal de comunicación con Dios. Nuestra fe no se centra en el Libro, sino en la Persona que sale a nuestro encuentro por mediación del libro: Jesús.
Todo esto nos ayuda a entender por qué en la Iglesia se venera tanto la Sagrada Escritura, aunque la fe cristiana no es una «religión del Libro»: 

n) Lo que está escrito en la Sagrada Escritura nos ha de conducir a nosotros, los cristianos, al encuentro vital y existencial con la Persona de Jesús, el Hijo eterno del Padre que se ha encarnado. La Palabra eterna de Dios no es solo un Libro, ni solo eternidad, ella se ha encarnado en la historia, ella habla el lenguaje humano, ella se expresa en categorías humanas. En la Escritura la Persona de Jesús habla la Palabra de Dios en palabras humanas, que se han consignado por escrito en ella. Jesús es la Palabra de Dios que se comunica, suscita un diálogo, provoca una respuesta.
El cristianismo es la «religión de la Palabra de Dios», no de «una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo». 

o) La conclusión de lo dicho es que la Palabra de Dios se encuentra inmersa dentro de la Tradición apostólica, forma parte de ella, de ella no se puede separar, y fuera de ella no puede ser proclamada, ni escuchada, ni leída, ni acogida, ni vivida; pues, la Tradición es su fundamento sólido. 

Recordemos que la Palabra de Dios primero fue vida y transmisión oral, solo después la Iglesia vio la necesidad de consignarla por escrito para comunicarla y trasmitirla fielmente a las nuevas generaciones. 
Por consiguiente, la Escritura ha de ser proclamada, escuchada, leída, acogida y vivida como Palabra de Dios, en el seno de la Tradición apostólica, de la que no se puede separar. 

p) Ahora bien, el Papa nos recuerda que lo que ha hecho a lo largo de este numeral 7 es un uso analógico de la expresión Palabra de Dios, pero que las diversas analogías han de mirarse desde la unidad de todas ellas. 

Pero miremos el deseo del Papa de que estas cosas las comprendan muy bien “los fieles laicos”, que han de ser educados en esta comprensión de la Palabra de Dios. Tanto mejor lo comprendan y asimilen, mejor podrán dar razón de su fe y esperanza, de su sentido de Iglesia, y del contenido de la Sagrada Escritura en cuanto Palabra de Dios escrita e íntimamente unida a la Tradición de la Iglesia.
Como afirmaron los Padres sinodales, debemos ser conscientes de que nos encontramos realmente ante un uso analógico de la expresión «Palabra de Dios». Es necesario, por tanto, educar a los fieles para que capten mejor sus diversos significados y comprendan su sentido unitario. 

q) Pero no solo los fieles deben conocer estas cosas tan importantes y significativas para la vida de la Iglesia y su relación con la Sagrada Escritura. También es tarea de los especialistas, los estudiosos de la teología, quienes deben esforzarse para que se articulen los varios significados, y se vea con claridad la unidad del plan divino de la salvación y el lugar central de la Persona de Cristo en él.  
Es preciso también que, desde el punto de vista teológico, se profundice en la articulación de los diferentes significados de esta expresión, para que resplandezca mejor la unidad del plan divino y el puesto central que ocupa en él la persona de Cristo. 

Por tanto, la comprensión de la expresión “Palabra de Dios”, es central para que, al acercarnos a la Sagrada Escritura, no lo hagamos como si se tratara solo de un libro, sino que nos acerquemos a ella, con la certeza de que, mediante sus textos, se nos revela una Persona, la del Hijo eterno de Dios que se ha encarnado, y nos comunica palabras de vida: Cristo. Meditemos y profundicemos estas palabras de la Exhortación, así nuestra fe será cada vez más sólida y estaremos en mejores condiciones para defenderla de tantas afirmaciones infundadas, que no son más que el resultado de una gran ignorancia religiosa.

Ahora bien, la “escucha” atenta, continua y profunda de la Palabra de Dios, de su Hijo encarnado, revelador del misterio divino, nos hace reconocer que esa misma Palabra es el fundamento sólido de todo cuanto existe, de toda realidad. Todo cuanto existe, sin excepción, ha recibido la existencia de él, y sin él nada llega a la existencia. La Palabra es el principio creador de todo lo que existe, ella es comunicadora de la existencia.

La respuesta del oyente a la Palabra: la fe

El “oyente de la Palabra”, que ha llegado a ser creyente en el Dios Padre revelado por Jesucristo en su Palabra, leída en sintonía con la Tradición de la Iglesia, se une a la comunidad de los discípulos y hace suya la fe de la Iglesia. De aquí surge la conciencia de la eclesialidad de la fe, puesto que Él “está presente ahora en la historia, en su cuerpo que es la Iglesia; por eso, nuestro acto de fe es al mismo tiempo un acto personal y eclesial” (VD 25). 

El encuentro con Cristo, por mediación de la Palabra de Dios, alcanza su máxima expresión cuando esta Palabra es escuchada en medio de la comunidad creyente en la Sagrada Liturgia. Allí la palabra proclamada resuena con toda su fuerza, vigorizando e iluminando toda la vida de cada uno de los miembros de la comunidad. 

En este contexto podemos hacer resonar las palabras de LF 4: “es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre” (cf. DAp 549). La existencia humana no está desligada de la vivencia eclesial de la fe, que se expresa de manera especial en la escucha de la Palabra en el ámbito de la celebración de los sacramentos.

El dinamismo de la fe en la celebración de la liturgia de la Palabra es maravilloso y profundamente catequético. Por eso se hace necesaria una catequesis que haga comprensibles, evidentes y vivenciales los signos propios que en ella se celebran, y uno de ellos es la profesión comunitaria de la fe. “En la celebración de los sacramentos, la Iglesia transmite su memoria, en particular mediante la profesión de fe. Ésta no consiste sólo en asentir a un conjunto de verdades abstractas. Antes bien, en la confesión de fe, toda la vida se pone en camino hacia la comunión plena con el Dios vivo” (LF 45; cf. DAp 368). 

La profesión de fe en el ámbito de la liturgia ha de conducir a la experiencia personal y comunitaria del misterio como camino de comunión plena con el Dios que se ha escuchado, que se ha revelado en su Palabra a la comunidad atenta a la escucha. Esto lo ha de hacer posible una buena catequesis que conduzca a la escucha comunitaria de la Palabra para acceder a la experiencia gozosa y celebrativa de la fe eclesial. “Podemos decir que en el Credo el creyente es invitado a entrar en el misterio que profesa y a dejarse transformar por lo que profesa” (LF 45).

Dimensión escatológica de la Palabra de Dios

La Iglesia, como depositaria y comunicadora de la Palabra de Dios a la comunidad creyente, es consciente de que, en Jesucristo, Dios ha dicho su Palabra definitiva, dando sentido definitivo a la creación y a la historia humana.

Qué tranquilidad y esperanza nos da la certeza de que Jesucristo es la Palabra definitiva y última de Dios, pues entonces podemos vivir y habitar este mundo sin temor a lo que vendrá, sin tener que esperar otra revelación. Solo nos queda la venida definitiva del Señor glorioso, la cual esperamos con anhelo y alegría, será su triunfo final y el nuestro.

Dado que todo esto es verdad revelada, entonces contemplemos a Jesucristo, miremos y proclamemos la belleza del  cristianismo, conozcamos el  misterio de su revelación, 

el cumplimiento de sus promesas, la mediación de su Persona. Él es la Palabra única y definitiva para esta humanidad, él es Palabra de Dios para el ser humano.

Centrar la atención en Cristo-Palabra es contemplar el misterio de la comunicación única de Dios resumida en una sola Palabra. Todo lo dicho por los profetas y comunicado en otros tiempos alcanza su máxima expresión en la Palabra definitiva de Dios, Cristo. Pretender otra palabra de Dios es no fijarse en su única Palabra, es agraviar a Dios queriendo de él otra palabra diferente de su Palabra: Cristo.

La Iglesia enseña a sus hijos a discernir lo que es del Espíritu Santo de lo que solo es un asunto personal, e incluso en algunos casos, tan solo un engaño en nombre de la fe. Hay que distinguir entre “Palabra de Dios” y “revelaciones privadas”, cuyo único servicio a la fe es de ayuda en una época determinada. La revelación privada está más en relación con expresiones de piedad, y puede, en ciertos casos, ayudar a comprender y vivir mejor el mensaje del Evangelio, sin aportarle nada a la verdad revelada.

La Palabra de Dios revelada, atestiguada e inspirada por el Espíritu Santo, es el camino permanente de la salvación que la Iglesia ofrece a sus fieles como medio normal para el encuentro con el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Vivamos nuestra fe arraigados en la Tradición viva de la Iglesia, que crece con la enseñanza de los sucesores de los Apóstoles.

LA REVELACIÓN

Naturaleza y objeto de la revelación

El Vat II en la Dei Verbum (La Palabra de Dios) n.2 presenta la naturaleza y el objeto de la revelación:

“Dispuso Dios en su sabiduría: revelarse a Sí mismo y dar a conocer  el  misterio  de su voluntad,  mediante el cual  los 

hombres por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación.”

Este numeral 2 describe la naturaleza de la revelación:

El principio; Dios, sujeto revelador por su iniciativa.
El objeto: el mismo Dios y el carácter personal de la     revelación.
El fin es la unión con Dios.
Los destinatarios son todos los hombres.
El medio es la Palabra que se da en la historia a través de la Encarnación, siendo la revelación histórica y sacramental.
El centro, síntesis y cumbre es Cristo. Él es el revelador de Dios como Trinidad y el mediador de esa revelación. En Él coincide lo Revelado y ser el Revelador.
Revelar en sentido original significa “quitar el velo”, descubrir, destapar lo que estaba oculto, hacer público, hacer manifiesto, de forma que quede abierto y patente.

Cuando “revelar” se dice de Dios, su Palabra nos descubre quien es Dios para el hombre, y por lo mismo nos revela quien es el hombre para Dios. La revelación nos llama a reconocer nuestra propia verdad “desnuda”, lo mismo que nos llama a reconocer a Dios como fundamento de nuestra existencia. Nuestra situación es de contingencia radical. Somos, pero nuestro ser no está fundado en sí mismo. No es absoluto o autónomo. Es decir, no somos dios, sino “creaturas” de Dios.

Los textos del magisterio sugieren dos formas distintas de manifestarse Dios: Natural y Sobrenatural o como dice el concilio Vaticano II; en la creación y en la historia particular de la salvación.

Intentamos definir estos dos conceptos:

a) Revelación natural general: Según las palabras del Concilio, ha acontecido y ha sido dada en la obra de la creación, y puede ser captada por la razón y por la inteligencia del ser humano.

b) Revelación sobrenatural: Es aquella forma de manifestación de Dios que objetivamente no está incluida en la creación y en el ser humano. Y subjetivamente no puede ser alcanzada por la capacidad intelectual del espíritu humano. Ella deriva solo de la Palabra comunicada por Dios a través de la Escritura y de la Tradición de la Iglesia.

Hemos destacado las diferencias entre ambas, ahora veremos las coincidencias entre revelación natural o sobrenatural o con otro título “revelación general” y ”revelación especial”:

Es el mismo Dios el que se revela en la Creación y en la Palabra; en el hecho y en la historia; y en forma personal y humana.
Es el mismo ser humano, a quien se le da, como cognoscente y creyente, la revelación.
La revelación en la creación es el presupuesto necesario para la revelación de Dios en la Palabra, en la historia y en la persona. De forma que la revelación en la creación es asumida y llevada a su consumación como nueva creación, en la revelación especial.

La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia

El Concilio Vaticano II al inicio de la constitución dogmática Dei Verbum (Palabra de Dios) expresa vivamente la centralidad de la Palabra en la vida y misión de la Iglesia: “El Santo Concilio, escuchando religiosamente la palabra de Dios y proclamándola confiadamente…” (DV n.1). Es decir, hemos de descubrir cada vez con mayor claridad que la Iglesia vive de la “escucha” religiosa de la Palabra y tiene la misión de “proclamarla” confiadamente. 

Por tanto, afirmamos que la Palabra de Dios es el alma de la vida cristiana, de la evangelización, de la catequesis, de la teología, en fin, de todo lo que la Iglesia es (su naturaleza) y realiza (su misión). Ella es el dinamismo del ámbito pastoral, catequético y litúrgico. Ella es fuente de un nuevo paradigma eclesial hoy llamado Animación Bíblica de la Pastoral. Ella a través del Espíritu renueva y dinamiza la vida y el quehacer misionero de la Iglesia.

Teológicamente es la Palabra de Dios la que da origen a la Iglesia, y la Biblia como palabra de Dios escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo y confiada a ella para la salvación de todos, es, junto con la Tradición, la fuerza y columna en la que se apoya toda la vida eclesial. Porque, en la práctica, no solo la Palabra escrita es la que “convoca” a la Iglesia. Antes de que se escribieran los libros bíblicos, Dios ya se comunicaba con su pueblo y lo llamaba a la Salvación, “con obras y palabras” (ver Dei Verbum n.2).

La historia de Dios con la humanidad, que es la historia de su hablar con los seres humanos, tiene su vértice en Jesucristo, palabra definitiva de Dios a la humanidad, o sea, la Palabra que dice todo, que comunica plenamente la voluntad de Dios a los hombres: “Dios, quien había hablado en tiempos antiguos muchas veces y de muchos modos a los padres por medio de los profetas, últimamente, en estos días, nos ha hablado por medio del Hijo” (Hb 1, 1-2).

La más alta expresión de la palabra de Dios es Jesucristo, Él mismo es la Palabra; es el Verbo de Dios encarnado (Jn 1,14), el evangelista Juan afirma que la propia Palabra de Dios se hizo para nosotros acontecimiento histórico, persona. Dios decidió entrar de un modo nuevo y definitivo en 
la historia humana enviando a su Hijo con un cuerpo semejante al nuestro para caminar con el ser humano, él se reveló de una manera concreta, vivencial e histórica para bien de la humanidad. 

El corazón del Evangelio es la revelación del verdadero Hijo de Dios, plenitud y culmen de la autocomunicación de Dios (DV n. 2). Así se entiende que Cristo es el centro de la vida y misión de la Iglesia, por ser el acontecimiento principal de la historia de la Salvación. La historia de la salvación se encuentra íntimamente relacionada con el misterio de Cristo (LG n.1-2, DV n.2). Él es el punto de referencia de los otros acontecimientos y su más auténtico comentario.

Para el Vaticano II, “la Sagrada Escritura es el alma de toda la teología” y agrega “también el ministerio de la palabra, esto es, la predicación pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en que es preciso que ocupe un lugar importante la homilía litúrgica, se nutre saludablemente y se vigoriza santamente con la misma palabra de la Escritura” (Dei Verbum n. 24). 

Por ende, la Sagrada Escritura es también el alma de la catequesis y de toda instrucción religiosa. Como la Biblia es Palabra de Dios escrita hay que evitar acercarse a ella como simples curiosos; se debe tratar de que la Biblia se convierta más y más en el corazón de la vida eclesial y del trabajo pastoral. El objetivo es que los cristianos se descubran unidos en la Palabra de Dios, que les convoca.  

Afortunadamente, hoy asistimos a un redescubrimiento gozoso de la Biblia por parte de los cristianos, grupos, movimientos, comunidades eclesiales y sectores de la Iglesia, que supera acercamientos parciales y defectuosos en la lectura de la Biblia, y entramos en una nueva etapa desafiante y fascinante: la de la Animación Bíblica de la Pastoral, donde la Palabra de Dios se convierte en el eje fundante y fontal de toda la pastoral. Ella anima bíblicamente toda la pastoral con el dinamismo de la Palabra, siempre nueva y creadora de Dios, a partir de una nueva manera de entender la misma pastoral, la catequesis, la teología, la liturgia y la espiritualidad. El primer paso que ha de hacerse para reverdecer toda acción de la Iglesia es renovar la manera de leer la Biblia o de acercarnos a ella.

La evangelización es acción de Cristo en la fuerza del Espíritu Santo. En cuanto tal tiene como protagonista al Señor mismo y se configura como una actividad debida a su presencia en la Iglesia “hasta el fin de la historia” (Mt 28, 20): el sujeto de la evangelización es el Evangelio de Dios, que se identifica en las palabras y acciones de Jesús, Palabra hecha carne; es el sujeto de esta carrera de la buena noticia en el mundo. Recordemos este Evangelio de Dios: lo que Jesús “dijo e hizo” (Hch 1, 1) ahora es “dicho y hecho” por el Resucitado, por el Señor (Kýrios) glorioso, a través de la potencia energizante del Espíritu Santo en la Iglesia (cf. Jn 14, 26; 15, 26-27).

Algunas consideraciones para aprender a leer la “Biblia”

La palabra “Biblia” significa “libros” porque es una pequeña biblioteca. Se le ha llamado Sagrada Escritura, Libro Santo, Sagradas Escrituras, Palabra de Dios. Es una colección de libros variados, escritos por diversos autores, que se redactaron o escribieron en lugares, épocas y estilos diversos; así como contenidos y mensajes diferentes pero complementarios. Han llegado a nosotros en un solo libro. 

A través de este libro, Dios se nos presenta como un Dios Amor, Amigo y Salvador de los hombres y mujeres del mundo. Su tema fundamental es la Historia de la Salvación, la historia de las relaciones de Dios con los seres humanos y su manifestación o revelación a la humanidad sobre todo en su Hijo Jesucristo.

La Biblia se escribió en hebreo y en griego. La lengua hebrea es la propia del pueblo de Israel. El Antiguo Testamento, en su mayoría, se escribió en hebreo y algunos pasajes en arameo. El Nuevo Testamento se escribió en griego, la lengua que se hablaba en Grecia y en el mundo mediterráneo. 

Pero antes de que fueran puestos por escrito los libros bíblicos, el pueblo elegido ya vivía su fe, la celebraba, la comentaba. Al principio, a los judíos y cristianos les importaba vivir los acontecimientos de salvación; pero con el tiempo, se pusieron a escribirlos. Lo mismo sucedió en los primeros años de la Iglesia, en que los cristianos y cristianas celebraban su fe en Jesús Resucitado, vivían unidos y lo compartían todo (Hech 2,42-44; 4,32). 

Primero estaba la vivencia de la fe; así ocurrió con el Antiguo Testamento, el cual primero constituyó la experiencia de fe del pueblo con Dios, que luego fue puesta por escrito. Lo mismo sucedió con la fe de la primera comunidad cristiana. Así, la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, nació a través de relatos orales (relatos contados), que se pasaban generaciones enteras de padres a hijos, etc. 

Muchos textos bíblicos, antes de ser escritos, tuvieron una larga vida en la tradición oral de la comunidad. Incluso, antes de ser escritos, fueron acompañados de interpretaciones, complementos y versiones orales. Los textos bíblicos, en su mayoría, proceden de la tradición oral, aunque los autores sagrados los fueran integrando más tarde, en una composición literaria, destinada a usos concretos, como la lectura personal, pública o privada, en la liturgia, la catequesis, la predicación o el aprendizaje en la Iglesia.

Las traducciones o versiones.

Una traducción o versión es el paso de escribir a otra lengua, los escritos originales de la Biblia. Como hemos dicho, el Antiguo Testamento fue escrito en hebreo y el Nuevo Testamento en griego. Pero también dos siglos antes de Cristo, los judíos que vivían fuera de Palestina, usaban el Antiguo Testamento traducido al griego, porque ya no sabían ni entendían el hebreo. Su traducción se llamaba “de los Setenta”, porque una leyenda decía que fueron 70 ancianos especialistas en las Escrituras, quienes la tradujeron del hebreo al griego. 

Al pasar el tiempo, la Biblia fue traducida al latín, que fue la lengua de Roma y de Occidente por muchos años. La traducción latina más famosa es la hecha por San Jerónimo, llamada “Vulgata”. Fue la más conocida entre los siglos IV y V d. C, y la que más se utilizó en la liturgia y en los estudios bíblicos. Es la versión oficial de la Iglesia católica.

La inspiración bíblica 

Los cristianos, y en gran parte los judíos, veneramos la Biblia como Palabra de Dios inspirada, que tiene a Dios como su Autor, quien elige al ser humano para ponerla por escrito y así surjan los libros bíblicos. De esta manera Dios, el autor, guía al escritor sagrado para consignar todo y sólo lo que Él quiere que se escriba. La misma Biblia dice que: “los hombres de Dios hablaron movidos por el Espíritu Santo” (2 Ped 1,20-21). La Dei Verbum n. 11 dice: “escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería.”

Los autores sagrados escriben, ciertamente, “movidos”, impulsados o guiados por Dios, pero lo hacen como personas con todas sus cualidades, con su manera de hablar, su mentalidad, su cultura, su mente y sus facultades, su lenguaje y su religión, su estilo de redacción, etc., como verdaderos autores literarios de cada libro bíblico. 

El canon bíblico

Se llama “canon” a la lista de libros bíblicos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. Canon significa “regla”,” lista”. El total de libros bíblicos en nuestra Biblia es de 73, 46 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento. 

La Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo reconoció algunos libros bíblicos como conformes a su auténtica fe (los que le pertenecen al canon), mientras que a otros les negó esta prerrogativa (libros no canónicos). Esto es lo que se llama canonicidad.

Desde tiempos antiguos, se han considerado dos clases de libros canónicos, es decir, los que están en el canon o lista de los libros bíblicos: los protocanónicos (primera lista) y los deuterocanónicos (segunda lista). Los libros deuterocanónicos son aquellos libros de cuya inspiración se dudó en cierto tiempo, tanto por los judíos como por algunas Iglesias cristianas, exceptuando la Iglesia Católica. Son deuterocanónicos los siguientes libros del Antiguo Testamento: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, los dos libros de los Macabeos, y algunos pasajes de los libros de Ester y Daniel. Del Nuevo Testamento: la Carta a los Hebreos, la de Santiago, la segunda de Pedro, la segunda y tercera de Juan y el Apocalipsis de Juan, así como algunos pasajes de Marcos 16,9-20; Lucas 22,43 y Juan 8,1-11.

Los cristianos no católicos no aceptaron los deuterocanónicos, siguiendo el canon judío, que trae los protocanónicos, es decir, solo los 39 libros del Antiguo Testamento. Con el Nuevo Testamento no hubo problemas, pues todos los cristianos aceptan la lista o canon de 27 libros. De tal manera que, en las traducciones de los cristianos no católicos, la lista completa es de 66 libros. Para la Iglesia, la lista o canon completo es de 73 libros.

Los géneros literarios de la Biblia

Todos los pueblos de la tierra tienen su manera de hablar, de escribir y de expresarse. La Biblia es Palabra de Dios, pero redactada por seres humanos, los del pueblo de Jesús, el pueblo de Israel, que tenía sus formas de escribir y de hablar. Dios se valió precisamente de ellas, para darnos su mensaje. Y para poder entender correctamente la Biblia, tenemos que entender los géneros literarios bíblicos, es decir, sus formas de escribir, para poder captar el mensaje del Señor y de los autores sagrados. La Biblia presenta muchos géneros literarios. Veamos los más importantes:

El género histórico. Es el que nos cuenta sucesos y acontecimientos. Se presenta en forma de relatos, de narraciones populares, cuentos, novelas, leyendas, épica o historia de guerras Por lo general, parte de sucesos que sucedieron, pero no intentan contarnos lo que realmente sucedió, sino el mensaje que contienen, que es teológico o de fe. Es toda una catequesis. Por ejemplo, el relato del paraíso es una catequesis sobre el origen del pecado (Gén 3); el relato del paso del mar Rojo es un relato de victoria, poético y épico, de la liberación del pueblo (Ex 14-15). Los libros de Jonás, de Ester y de Judit son novelas que dan un bello mensaje de salvación. Los evangelios son catequesis sobre Jesucristo.

El género legislativo. Aparece en formas de leyes, de ordenanzas o mandatos. Lo encontramos en el libro del Éxodo, del Levítico, de Números y Deuteronomio. Podemos ver, por ejemplo, los diez mandamientos (Ex 20,1-17), leyes casuísticas o de casos concretos (Ex 21) o leyes sobre los sacrificios (Lev 1).

El género profético. Es aquel discurso que nos presentan los profetas y sus libros. Es el mensaje de Dios que ellos nos han dejado. Por ejemplo, aparece en forma de denuncia (Am 8,4-7), oráculos (Am 3,1-3), acciones simbólicas (Ez 12,18-20). También narraciones (Is 7,1-3), relatos de vocación (Is 6,1-8) himnos (Is 5,1-7) y dichos de sabios (Is 59,7-8), anuncios de felicidad (Sof 3,14-18) y lamentaciones (Jer 15,10).
El género sapiencial. Es aquel que aparece como dichos, proverbios, sentencias y parábolas, que expresan la sabiduría que nace de la experiencia (Prov 1,1-7; Eclo 1,14; Sab 6,12-21). Son reflexiones sobre diversas realidades de la vida, sobre los interrogantes de los seres humanos, formulados por sabios y pensadores (por ejemplo, los libros de Job y de Eclesiastés).

El género poético. Expresa sentimientos, vivencias internas, pasión, amor. Es vivencial y expresivo. De este género son los Salmos (oraciones cantadas), el Cantar de los Cantares (poemas amorosos), las Lamentaciones (cantos fúnebres) y también los himnos (Lc 1,68-79, Flp 2,6-11), cantos de banquete (Is 5,11), de trabajo (Núm 21,17-18), de guerra o cantos de victoria (Jue 5), sátiras o cantos de burla (Is 14,15-19), elegías o lamentos (2 Sam 1,19-27).

El género evangélico. Presenta la vida de Jesús como Buena Noticia (Mc 1,1.14). Es toda una catequesis sobre Jesucristo, que quiere transmitir la fe en Él (Jn 20,30-31). Nació primero como predicación y luego se puso por escrito en los cuatro Evangelios (Lc 1,1-4). Aparece en estos libros como relatos históricos, milagros, enseñanzas de Jesús, dichos del Señor, parábolas, discursos, relatos de su nacimiento, pasión y resurrección.

El género apocalíptico. Es un género especial que se escribió en tiempos difíciles, de persecución y de sufrimiento, para alentar la esperanza y la resistencia del pueblo. Utiliza mucho los símbolos astrales (Ap 6,12-17), animales (Ap 5,6; 13,1-3), cromáticos, es decir, los colores (Ap 1,14), los números (Ap 1,20), y las imágenes misteriosas (Ap  20,11). Anuncia el fin de los males y el triunfo del bien y de la justicia al final de los tiempos (Ap 21).

El género epistolar o carta. Es el que aparece en la Biblia en las cartas, en especial, las de San Pablo. Son escritos enviados por un remitente a una persona (a Filemón, Timoteo, Tito) o a una comunidad (a Corinto, Roma) en los cuales se tratan temas doctrinales, teológicos o pastorales. Algunas cartas son verdaderos sermones, como la carta a los Hebreos o escritos sapienciales (o de los sabios), como la Carta de Santiago.

Funciones de la Palabra de Dios

Función informativa: la Biblia no solo nos enseña, sino que nos  informa y la  información que nos da sobre la vida  de 
Israel, de la Iglesia, de aquellos hombres y mujeres protagonistas de sus páginas… es muy valiosa. Por ejemplo, nos informa que Jesús nació en Belén, que vivió de niño en Nazaret, que se fue a vivir, siendo adulto, a Cafarnaún… De estos pueblos nos enteramos, tanto por la Biblia, como por la historia, la geografía de Israel, los mapas bíblicos, los medios de comunicación... La Biblia es la principal fuente de información, pero no la única. Tomemos Lc 3,1-3:



Función expresiva: la función expresiva consiste en que cada evangelista dice lo mismo, con palabras diferentes, estilo, intención e interpretación diferentes. Tomemos, como ejemplo, las dos parábolas paralelas de la oveja descarriada, de Mt 18,12-14 y de la oveja perdida Lc 15,3-7. 


La enseñanza de Mateo es que todo cristiano debe buscar al perdido, al pequeño, máxime si es un apóstol o pastor el que está a cargo del rebaño, es decir, la Iglesia. La enseñanza de Lucas es clara también en cuanto a la imagen de Dios, éste se alegra y acoge, y se pone muy contento por la conversión de los pecadores. Con palabras distintas y acentos distintos, manteniendo básicamente el relato de la oveja perdida en boca de Jesús, cada evangelista lo narra y lo interpreta a su manera, para cada una de las comunidades a las que escribe.

Función interpelativa: cada evangelio, cada texto, interpela, invita a una respuesta muy concreta. Cada evangelista, con la misma narración, puede estar pidiendo una respuesta distinta, y cada texto del evangelio, aunque parezca decir lo mismo, aunque sea del mismo evangelista, pide respuestas diferentes. Meditemos en los textos de Mc 1,16-20 y 1 Re 19,19-21. 



Preguntémonos con base a estos textos, de qué se les pide desprenderse tanto a Eliseo como a los cuatro primeros discípulos para responder a su vocación, y qué nos pide Jesús hoy a nosotros a la hora de seguirle.  

Función fática: es la función que tiene el lenguaje, cuando busca el contacto con la persona o la comunidad. Cuando se enseña con la Biblia, lo que se intenta es poner en contacto con la Palabra, como si Jesús mismo les estuviera hablando. Esto lo vemos mejor y lo captamos bien, cuando un sacerdote o diácono proclama el Evangelio. Busca que Cristo nos siga hablando. Esta es la función “fática” de la Palabra. En la Eucaristía esto se manifiesta en la lectura del Evangelio, la comunidad se pone en pie, indicando con este gesto que Cristo mismo le está hablando hoy. Tomemos Lc 4,16-28, donde Jesús realiza ese contacto con la comunidad reunida en la sinagoga de Nazaret. Lo analizamos desde dos puntos de vista diferentes.

La palabra pone en contacto con Jesús, Él es la Palabra



La palabra cuestiona, ella es espada de doble filo




Función evocativa literaria: es la que utiliza recuerdos y acontecimientos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, tomemos el texto de 1 Cor 10,1-4, en que se presenta toda una catequesis bíblica, que evoca o recuerda el acontecimiento del éxodo, como modelo de la situación de la comunidad de Corinto. Para ello, Pablo echa mano de los símbolos y las personas, que vivieron con el antiguo pueblo de Israel el paso del mar Rojo (la nube, el mar, Moisés, el agua, el maná, la roca y el desierto):



Todo ello, le sirve a san Pablo para dar una catequesis del Bautismo y la Eucaristía y, además, presentar la historia bíblica como modelo de la historia y de las nuevas situaciones que estaban viviendo los corintios en su tiempo, a los que intenta dar una respuesta con citas del Antiguo Testamento. Esto mismo hace hoy la catequesis.

Función evocativa poética: intenta despertar los sentimientos dormidos. Por ejemplo, cuando los textos bíblicos son narrados, como los textos del encuentro de José y sus hermanos (Gén 45,1-15), el relato del sacrificio de Isaac (Gén 22,1-13), la pasión y muerte de Cristo (Lc 23,26-49). 

Estas narraciones despiertan en nosotros sentimientos propios. ¿Quién de nosotros no se siente conmovido con todos estos bellísimos relatos? ¿Quién de nosotros no “vibra” cuando escucha, ya sea en la Eucaristía o en una charla, la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32)? Estos efectos los tienen los textos bíblicos, cuando están bien traducidos y son bien leídos o proclamados. La lectura debe hacerse de tal forma que llegue, como Palabra de Dios que es, a los destinatarios. Un ejemplo hermoso es el de Ne 8,1-12, analicemos algunos detalles de esta narración:



Función pedagógica: Es aquella función que nos presenta, por ejemplo, el mismo Jesús para enseñar, como las parábolas, dichos, sentencias, frases memorativas, etc. Si nosotros nos fijamos en la manera de enseñar Jesús, utilizaba dichos o sentencias, fáciles de aprender. Por ejemplo: bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos... (Mt 5,2). El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado... (Mt 23,12).

Como vemos, eran sentencias de Jesús o frases fáciles de aprender, y que nosotros siempre recordamos desde niños. Incluso las sacamos con toda naturalidad en la catequesis o en nuestras conversaciones. Y así los evangelios, eran enseñanzas en gran parte fáciles de recordar. Esta es una forma estupenda de enseñar Jesús, que tenemos que valorar en la catequesis. 

Así también sus parábolas. La forma como las contaba despertaba el interés de sus oyentes, así como el interés de la comunidad a la que fueron enviadas y el de nosotros, por el uso de un lenguaje sencillo, de las imágenes, de los sentimientos, las reacciones, el ambiente y los personajes. Es como cuando de niños nos contaban cuentos, con sus enseñanzas, por parte de los abuelos, padres y maestros.

En ese sentido Jesús es extraordinario como maestro, al utilizar la memoria o la parábola para enseñar. Los evangelios, a este respecto, son pautas para llevar a cabo la enseñanza de la fe. La Palabra de Dios tiene esta función pedagógica.
Para comenzar a leer un texto bíblico

Como cualquier otro libro, la Biblia se puede comenzar a leer iniciando por el principio y terminando hasta el último de sus libros (es decir, desde el Génesis hasta el Apocalipsis). En la práctica, puede resultar muy pesado y poco provechoso, si la persona quiere hacerlo en poco tiempo. Lo mejor es hacerlo poco a poco, siguiendo algunas pautas:

Dedicar cierto tiempo a la lectura diaria de la Biblia. Trate de leer poco a poco. Normalmente cerca de 30 minutos diarios. Cuanto más lea y asimile, apreciará mejor el valor del libro santo, así que es mejor ir despacio. 
Trate de buscar un clima de reposo, de oración, de quietud y tranquilidad, ya sea en su casa o en otro sitio, lejos de ruidos o cosas que lo distraigan. 
Siga un plan de lectura de forma persona, tal vez comenzando por el Nuevo Testamento, siguiendo luego con el Antiguo, consultando las introducciones y notas explicativas de su Biblia. Hacer una lista de textos bíblicos para cada día, o conseguirse una lista al efecto, que se puede conseguir en cualquier librería católica.
También valiéndose de un calendario litúrgico, donde vienen los pasajes de la misa diaria. También tomando las lecturas del instrumento “La misa de cada día”, de la Comisión Nacional de Liturgia. En muchas parroquias, se editan boletines con las lecturas bíblicas dominicales. 

También se puede buscar alguna edición especial de la Biblia, cuyos textos faciliten la lectura bíblica de manera fácil y amena. Más adelante se presentan algunas notas sobre las versiones más conocidas de la Biblia. 

María, hermana de Marta (Lc 10,39)
Modelo de cómo la Palabra que hace discípulos 

 “Sentarse a los pies” de Jesús para escuchar su palabra es una de las metáforas que mejor describe al discípulo. Quien no se sienta a los pies de Jesús pone en peligro su identidad de discípulo al no escuchar al Señor.

La verdadera familia de Jesús 
son aquellos que se sientan a su alrededor (Mc 3,31-35). 
No lo son los parientes que llegan a buscarlo, porque estiman que deshonra a la familia con su comportamiento, 
ni los maestros de la ley venidos de Jerusalén 
que piensan que está endemoniado (3,20-22). 
Su nueva familia y su nuevo pueblo son sus discípulos 
que se sientan a sus pies y lo aceptan como Mesías de Dios.

La ruptura con la familia por el anuncio del Reino (Mt 10,34-39), junto con la itinerancia y la persecución propias del profeta, son las notas distintivas de los discípulos del Mesías respecto a los discípulos de otros maestros. 

En el relato de Lucas, Marta representa a los cristianos venidos del judaísmo, todavía atados al cumplimiento de la ley mosaica y de las tradiciones judías. 
María, en cambio, representa a los cristianos (judíos o no) que, desde la novedad de Jesucristo y del Reino, reinterpretan las leyes mosaicas. A estos les importa escuchar al Mesías y no las tradiciones legales y proféticas de los antepasados que hablaban del Ungido de Dios por venir. Mientras los primeros siguen siendo discípulos de la Ley, los segundos son los auténticos discípulos del Reino que aceptan y viven «todo el plan de Dios» (Hch 20,27).

Marta, como dueña de casa, «está atareada» (Lc 10,40) con el servicio que exige una buena hospitalidad. Dos verbos retratan el espíritu que domina en Marta: anda inquieta (“preocupada, afanada”) y afligida (“turbada, molesta”; 10,41). 
María, en cambio, escapa a la lógica de las cosas y acepta la lógica de Dios: ella, sentada a los pies de Jesús, escucha al «Hijo elegido» (9,35). 
Mientras Marta se afana por alimentar al Maestro con una febril actividad, María se afana por alimentarse del Maestro sentada a sus pies. Toda otra disposición que no sea “escuchar”, toda otra actividad que no sea “sentarse a sus pies” se vuelve secundaria (12,31-33).

María se sienta a los pies del Señor para escuchar su palabra. En griego, los verbos “escuchar” y “obedecer” comparten la misma raíz por lo que en la Biblia “escuchar” muchas veces significa obedecer (ver Dt 6,4ss). 

El discípulo de Jesús, por tanto, escucha cuando obedece o practica la palabra de Jesús: “No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). Esto es lo que lo hace digno del nombre de “cristiano”. 
Las diversas versiones de la Biblia

La Biblia Latinoamericana
La Biblia Latinoamericana es una traducción de las lenguas originales, dirigida por los padres Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault. La primera edición fue hecha en Chile, en 1972. Fue traducida, presentada y comentada para las comunidades cristianas de Latinoamérica, de allí su nombre (Biblia Latinoamericana). 

Es considerada una “Biblia popular”, pero de gran valor, pues su lenguaje es sencillo, fácil de entender, tiene buenas introducciones y comentarios al pie de página. 

Características de esta traducción pastoral: 
Tiene introducciones y notas, de tipo actualizador del mensaje bíblico (es decir, tratan de actualizar y aplicar el mensaje a la actualidad; no sólo de explicar lo que el texto significa).
Tiene fotos e ilustraciones, no sólo del mundo bíblico, sino del mundo latinoamericano o de la actualidad. Por ejemplo, al hablar de los profetas, incluye imágenes de Luther King y de Helder Cámara.
La traducción está hecha en un lenguaje sencillo que pasa las fronteras de los países latinoamericanos, sin recurrir a términos reservados a los intelectuales. 
Tiene como preocupación el afán de integrar en cada nueva edición los descubrimientos que aporta la investigación bíblica.
Las notas que presenta facilitan a los creyentes y a las comunidades cristianas la comprensión de cada texto. 
Presenta varias introducciones: una general, que proporciona una visión de conjunto sobre la Biblia y la historia del Pueblo de Dios, ofrece índices, indicaciones de fechas, cronologías y otras claves para el manejo de la Biblia; y otra particular a cada uno de los libros que forman la Biblia. 
En una de sus ediciones, en el año 1995, tanto en la traducción como en las notas al pie de página, éstas se ampliaron y se mejoraron considerablemente.

Biblia. El libro del pueblo de Dios
El Libro del Pueblo de Dios. Se trata de la segunda traducción de toda la Biblia hecha en Argentina por un equipo dirigido por los PP. Armando Levoratti y Alfredo Trusso. 

Trae una breve introducción a la Biblia; luego una introducción al Pentateuco; introducción al Génesis y a los orígenes (ver Gén 111). Luego, antes de Gén 12, sobre la época patriarcal y sobre Abraham, Isaac y Jacob, y la historia de José. Es decir, da breves explicaciones prácticas, en las secciones en que se dividen hoy los libros bíblicos, según la ciencia exegética actual. Junto con estas introducciones, hay breves notas al pie de página, que tratan de ser actualizadas y prácticas, explicativas y aclaratorias del texto.

En cuanto al lenguaje usado, digamos que está a mitad de camino entre lo popular y lo literario. Supone una cultura letrada similar a la que podría tener un alumno de segundo o tercer año del tercer ciclo. 

La Biblia de nuestro pueblo (Biblia del Peregrino)

Con el deseo de seguir el camino de mejora continua de la traducción y de acercarnos a la situación concreta de los destinatarios, tenemos esta nueva edición de la “Biblia del Peregrino”, ahora titulada: “La Biblia de Nuestro Pueblo-Biblia del Peregrino- América Latina”.

Características de esta traducción:
Es una versión especial, ya que la traducción de los textos originales se ha acomodado al español latinoamericano, adoptando sus giros y modismos más peculiares, se ha posibilitado en esta Biblia una particular atención al texto mismo, teniendo en cuenta los últimos avances en los estudios bíblicos exegéticos, afinando la traducción allí donde se ha visto necesario. Esta labor ha sido llevada a cabo por un equipo internacional de estudiosos de la Biblia.

La “Biblia de nuestro Pueblo” contiene, además, otro elemento de novedad: son los comentarios que se añaden al texto. A diferencia de otros comentarios, dirigidos a un público especializado o que se detienen solamente en pasajes importantes del texto bíblico, los comentarios de esta traducción se han hecho pensando en la mayoría de los creyentes, con la intención concreta de acercar a la comprensión del lector el sentido de cada libro en su totalidad, el contexto en que fueron escritos, el hilo narrativo y el mensaje que el autor quiere transmitir. 

Es una traducción profesionalmente adaptada para lectores en América Latina. Cuenta con 2400 páginas, con más de 600 páginas en introducciones y comentarios para mejor entender el texto, el contexto, así como la aplicación a la vida desde nuestra realidad latinoamericana

Trae comentarios a cada párrafo de toda Biblia y referencias marginales a lugares paralelos de importancia pastoral. Cuenta con más de 80 dibujos originales de Maximino "Mino" Cerezo Barredo, con 70 páginas de Vocabulario de Notas Temáticas del Antiguo y Nuevo Testamento y un Calendario Litúrgico, acompañado de una Guía de Lecturas para la Misa desde el año 2006 hasta el año 2016. 

Biblia de Estudio - Dios habla hoy

Esta versión bíblica, llamada “Biblia de Estudio”, es propiedad de la Sociedades Bíblicas Unidas que, años atrás, habían publicado la versión popular llamada “Dios habla hoy. En 1979 se publicó esta Biblia con criterio interconfesional, con el propósito de que el pueblo entendiera su lenguaje “popular”, sin que por ello sustituyera otras traducciones. Además, esta traducción fue preparada por especialistas de diversas confesiones cristianas, para ofrecerle al Pueblo de Dios una mejor ayuda en la lectura de la Biblia. De hecho, la Iglesia Católica, a través del Consejo Episcopal Latinoamericano ha avalado esta traducción, que quiere servir a todos los cristianos.

Presenta las siguientes características:
Ofrece introducciones al Antiguo y al Nuevo Testamento, a grupos de libros y a cada libro en particular. 
Trae cerca de 20.000 notas y referencias explicativas. 
Ofrece el texto completo de los libros deuterocanónicos.
Un índice temático y explica los términos más importantes, con la referencia de los principales pasajes en que aparecen y a las notas explicativas. 
Tiene 53 tablas insertadas a lo largo del texto bíblico, que ofrecen una visión resumida de aspectos religiosos y teológicos, pueblos e imperios, aspectos culturales e históricos, términos teológicos sobresalientes y el ministerio de Jesús. 
Tiene 29 mapas de las tierras bíblicas, así también cuadros cronológicos, de pesas, monedas y medidas, junto con mapas de las diversas regiones bíblicas. 
No es una Biblia “comentada”, sino que ofrece ayuda para entender mejor el texto e interpretarlo. Va más en una línea más ecuménica que católica. Es simplemente una Biblia para estudiar el significado de un texto desde el punto de vista lingüístico, pero no doctrinal, por decirlo de alguna manera. 
Esta nueva traducción de la Biblia en lenguaje sencillo pretende llegar a la población más extensa del mundo de habla hispana: los niños y los adolescentes. Aunque el proyecto empezó como una traducción para niños, sus horizontes se han abierto para alcanzar una población más amplia, la gran población adulta que no ha tenido acceso a la educación secundaria. 

Biblia de Jerusalén
La Biblia de Jerusalén. Con este nombre se conoce una versión de la Biblia llevada a cabo por la Escuela Bíblica de los dominicos franceses de Jerusalén. Originalmente, fue editada en francés, luego fue traducida a otros idiomas. Los textos hebreos, griegos y arameos fueron traducidos al español por un equipo de unos veinte autores españoles, que no lo hicieron del texto francés original sería absurdo traducir una traducción sino de las lenguas originales. Lo que sí fue traducido del francés es todo el resto que le da características propias a esta edición: presentación, introducciones y notas, y apéndices (unas cuarenta y cinco páginas, que contienen una sinopsis cronológica y un índice alfabético de las notas más importantes).

La edición grande tiene, además, copiosas citas cruzadas o referencias marginales, que remiten a otros textos bíblicos, que pueden ser:
Citas de otros pasajes bíblicos.
duplicados o paralelos del texto que se está leyendo.
Textos parecidos, o relacionados, o útiles para entender mejor un pasaje concreto.
Una fidelidad todavía mayor al texto hebreo, griego y arameo. Esta fidelidad de traducción ha sido buscada por la Biblia de Jerusalén en sus sucesivas ediciones y revisiones de 1967, 1975 y otras. 
Una gran homogeneidad del vocabulario entre los diversos libros.
Una mejora en el estilo castellano, especialmente en los libros poéticos. Se da una mayor aproximación al texto hebreo masorético, es decir, el hebreo con vocales y comentarios al margen; en la lírica se ha tratado, incluso, de reflejar el ritmo del verso hebreo; se han suavizado, en general, las expresiones literarias que resultaban innecesariamente ásperas en castellano.
La actualización de la investigación bíblica explica las novedades incorporadas en las introducciones y notas, como por ejemplo en las introducciones al Pentateuco, a los Evangelios Sinópticos, a las Cartas de San Pablo, y a los Hechos de los Apóstoles, en la nueva estructuración de la Epístola a los Hebreos y en un número considerable de notas exegéticas del Nuevo Testamento.

Las introducciones a los bloques de libros (Pentateuco, Deuteronomio, El Cronista, Profetas, Tobías, Judit, Ester, Macabeos, Sapienciales, Job, Salmos, Sabiduría, Evangelios sinópticos, Evangelio y Epístolas de Juan, Hechos, Epístolas de San Pablo, Epístolas Católicas, Apocalipsis), las notas al pie de página y las referencias cruzadas marginales (más el apéndice cronológico de más de veinte páginas),hacen de esta Biblia una pequeña enciclopedia actualizada de ciencia crítica bíblica, que aprovecha y resume los últimos cien años de estudios bíblicos como nadie había logrado hacerlo basta ahora. Esta es su riqueza y característica... y, a la vez, su limitación: es estrictamente crítica y científica. 

Es muy usada en seminarios y facultades de teología, de católicos y no católicos, para acompañar el estudio exegético sistemático y científico de la Biblia. Todo el aparato científico está pensado para estudiar, pero no para facilitar la tarea pastoral inmediata. 

De esta misma traducción, conocemos la llamada Biblia de Jerusalén Latinoamericana, dirigida a la Iglesia de América Latina, utilizando el español que hablamos en nuestras tierras. Una edición que recoge el texto de la nueva edición revisada y aumentada de la Biblia de Jerusalén (1998), incorporando el estilo literario y el léxico propios de Latinoamérica. Las notas han sido tomadas también de la misma edición, pero revisadas y completadas por el Equipo de adaptadores de esta edición latinoamericana, bajo la dirección de la Escuela Bíblica de Jerusalén.

En el año de 1984 había salido una versión muy interesante de la Biblia de Jerusalén, una “Edición pastoral con guía de lectura”, realizadas por el P. Jean Pierre Bagot. Tuvo una gran acogida por su énfasis pastoral en su presentación. Como características de esta edición pastoral, podemos afirmar lo siguiente:

Ofrece algunos lineamientos y cometarios que buscan que la gente haga “vida” la Palabra de Dios.
Cada libro presenta una buena introducción, planteando problemas concretos del ser humano, sean humanos o religiosos y que luego son abordados por la realidad de la Biblia.
Ubica al lector en el contexto histórico y literario de la Biblia de forma muy sencilla, con algunos otros elementos de los géneros literarios y estilo de los autores sagrados.
Al final de cada introducción presenta una lista importante de textos, para que el lector pueda “adentrarse” en la lectura bíblica.
Ofrece una pequeña introducción a cada pasaje de la Biblia, como notas u orientaciones elementales.

Biblia de América
Esta versión en español para la Iglesia de América tiene su correspondiente versión para España, llamada “La Biblia” (la anterior). Se distingue por las siguientes características:

La traducción a le lengua española de América Latina, de manera sencilla y clara, sin modismos regionales o giros muy marcados, que la hacen asequible a todos los latinoamericanos. No es una traducción literal de la Biblia, de los textos hebreo y griego. 
La lista de los libros bíblicos o canon está organizada como sigue: Pentateuco, Libros Históricos, Proféticos y Otros Escritos (que vienen a ser los Sapienciales y Poéticos de las otras versiones). Con el Nuevo Testamento sigue la misma organización de los libros de otras versiones católicas. 
Cada uno de los libros ha sido dividido en partes, secciones y párrafos, siguiendo criterios de tipo literario y teológico. Cada una de estas partes, secciones y párrafos, lleva un título con diversos tipos de letra, que ayudan para entender mejor el texto bíblico. 
Trae una amplia gama de introducciones, tanto para el Antiguo y el Nuevo Testamento en general; para cada uno del conjunto de los libros (Pentateuco, Históricos, etc) como también para cada uno de los libros. Todas ellas de tipo histórico, literario y teológico, para entender mejor los textos que se van a utilizar en una eventual lectura o consulta. 
Todos los párrafos, secciones y partes de esta Biblia, están acompañados de notas explicativas a cada uno. Son de carácter global, ofrecen datos de tipo histórico, literario y teológico, que, como guía, ayudan al lector a profundizar el texto bíblico, a la vez que pueda entenderlo mejor. En esta versión, cada una de las notas viene con un símbolo, organizado así: r para partes, ¯ para secciones y + para sub-secciones. Las notas a cada uno de los párrafos son las más numerosas, y van precedidas por un punto negro (·) y la cita completa del párrafo. 
También trae bastantes pasajes paralelos, es decir, pasajes que se citan en otras partes de la Biblia, que ayudan a aclarar y comprender mejor el texto que se lee. Siempre es bueno consultarlos. Vienen en una letra más pequeña que el texto bíblico y entre paréntesis. Los textos citados del A T, por ejemplo, en un evangelio o carta, se ponen en letra cursiva o manuscrita. 
Finalmente, esta traducción trae bastantes mapas, tanto en la introducción como al final, que facilitan la localización de la historia bíblica, así como una buena cronología de esta historia y un magnífico y sintético vocabulario bíblico, al final. 

La Biblia (La Casa de la Biblia)
Es una versión hecha en el año 1992 por una serie de especialistas españoles. La traducción es fluida y tiene un castellano o español fácil de entender y de agradable lectura. Las notas y las introducciones están hechas especialmente para aquellos (as) que desean iniciarse en la lectura de la Biblia. La Editorial es la Casa de la Biblia, institución española al servicio de la pastoral bíblica. Ofrece las mismas características de la traducción la Biblia de América.

La Biblia Católica para los jóvenes

La Biblia Católica para los Jóvenes, fue realizada por el Instituto Fe y Vida, el cual se dedica a la capacitación de líderes y la promoción de la pastoral juvenil con hispanos- latinos en Estados Unidos. Su desarrollo fue posible gracias a un regalo significativo de los “Caballeros de Colón” y el apoyo de fundaciones católicas y donadores individuales. Consiste en una traducción del texto bíblico completo, con introducciones, ilustraciones, esquemas y apoyos que facilitan la comprensión del mensaje bíblico. 

Responde a las inquietudes de los jóvenes, con comentarios que les ayudan a conocer la Palabra de Dios, orarla y vivirla desde su corazón. Ofrece aportes para que los jóvenes puedan vivir la Historia de la Salvación desde una perspectiva personal y comunitaria. 

Al ayudar a jóvenes y agentes de pastoral a llevar el Eva
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